Iba caminando por los pasillos, con aire de niño pequeñito y traje de marinerito, chupando una piruleta con un palo enorme. Por culpa de tener un palo tan largo, me costaba mucho lamer la parte del caramelo, así que inclinaba la piruleta para poder chuparla.Iba camuflado, ya nadie podía saber que era yo ese niño de cabellera similar, gorra de marinero, pantaloncito corto y mochila de los Teletubbies. Tan adorable lamiendo esa piruleta... nadie sospecharía de mis continuas risotadas infantiloides.
Cuando me di cuenta, choqué contra algo de aspecto extraño, el cual no me había ni parado a mirar, y el caramelo se desprendió de su soporte, dejando ver a Vidofnir, mi siempre letal lanza. El caramelo se hizo trizas y me agaché a mirar los pedazos.
-BUaaaaaaa. Mi carameeeeelooooo!!! -comencé a berrear como si fuese un niño pequeño en medio de un berrinche. Continué derramando lágrimas de cocodrilo mientras, con la lanza, intentaba ensartar los pedazos de caramelo. Sin embargo, lo único que conseguía era ir destruyéndolos del todo, poco a poco.
En medio de un ataque de pánico, comencé a correr en círculos alrededor de los restos de la piruleta, que había servido de camuflaje para Vidofnir y de manjar, mientras había durado.
De repente, un choque eléctrico unió mis neuronas de nuevo y se me ocurrió mirar al responsable de tal catástrofe. Era Gorgan. Esta vez iba más presentable, no con aquel lacito rosa que, según Kirtash, le otorgaba cierto "aire colorado". Colorado... aquel difunto cornudo, en todos los sentidos, siempre será recordado por nuestros corazones.
Entonces,de una finta, me puse delante de Gorgan y me saqué el traje de marinerito, para darme cuenta de que me había quedado sin paños menores. Me llevé las manos a la palanquita para esconderla y me fui vistiendo, costosamente, con la ropa que guardaba en la mochila de los Teletubbies
-Oh, vaya... eso no estaba en mis planes... -murmuré de forma audible, mientras procuraba que ponerme los zapatos no ocasionase una caída innecesaria. No necesitaba quedar peor. Alcé la cabeza y señalé a Gorgan, sonriente
-Juas. Así es, soy yo, K´Dash -me descubrí a mi mismo ante el director. Pero, al mirarle, me di cuenta de que estaba poniendo una cara de asombro que ni el manjuu azul. Esperé a que dijese algo pero me miraba de forma extraña y no reaccionaba. Me puse a su lado y le pasé la mano por delante de los ojos un par de veces, como si fuese un abanico
-¿Gorgan? ¿Gorgan? Reacciona. Venga tío, tampoco es que la tenga tan g...- iba a continuar la frase, pero me di cuenta de que delante de nosotros estaba la mismísima Kirtash, gritando improperios. Y de que su gato tenía una cara similar a la de Gorgan. Me sobresalté notablemente al comprobarlo. Qué vergüenza... daban. ¿Sería algo que le habían echado al desayuno?
Me acerqué a ella, con Vidofnir en la mano derecha, mientras canturreaba
-Palo, palote, que palo que tengo: Es más grandote que ciento uno cipotes-mientras cantaba, le daba vueltas a la lanza sobre sí misma. Obviamente, me refería a la lanza con lo del palo, pero seguro que Gorgan ya había pensado mal. Ah, no, que ya no podía pensar, que se había quedado en estado catatónico... Qué alivio.
-Hola Kirtash, ¿vas a dominar el mundo? Qué bien. Entonces... ¿tendré que hacerte la pelota? -pregunté, al recordar esa expresión que alguna que otra vez le había escuchado a Kula. Si había que hacer la pelota, yo me resignaría y me pondría a rodar el primero, obviamente. Así que, empezé a rodar por el suelo, hasta que, sin darme cuenta, me clavé la lanza en el culo y quedó sobresaliendo como un clavel. Empecé a correr de un lado a otro, ya puesto en pie. Entonces, la arranqué y me contorsioné hasta poder mirar mi culín
-Buff... ¡¡menos mal que no fue canasta!!- me congratulé notablemente, aliviado.
Y, tras suspirar, me quedé mirando a la lanza como si tuviese ella la culpa de todo. La clavé en el suelo y la miré seriamente y con voz afeminada le dije:
-Que sepas que me debes una disculpa. Siempre te plancho la ropa, lavo los platos y lo único que piensas tú es... en petarme! PUES NO, yo necesito alguien que me quiera. ¡Hemos terminado! -y, cruzado de brazos, me giré hasta darle la espalda, indignado.